Juan del Junco
Juan del Junco – Jerez de la frontera (Cádiz), 1974 Si en su serie inmediatamente anterior Juan del Junco había ejercido como un investigador que escruta minuciosamente el entorno para hallar pistas a partir de las cuales crear historias (El naturalista y lo habitado: trazas, huellas y el artificio del artista), en ésta se centra exclusivamente en la ordenación sistemática según los preceptos de la taxonomía. En el primer caso seguía los principios de un riguroso trabajo de campo sobre el terreno; en este segundo cataloga un material ya inventariado.
Ambos procesos, uno previo y otro posterior, requieren un método preciso regulado por unas pautas procedimentales. Y en este margen que determina un criterio u otro, en ese resquicio que supone la intervención humana, es donde del Junco desarrolla una estrategia propia que consigue subvertir los principios metodológicos de la ciencia en sustancia artística, transformando neutralidad y asepsia en subjetividad y emoción. De esta forma, el supuesto rigor de estos patrones sistemáticamente estructurados para asentar conocimiento y establecer disciplinas, lejos de orientarnos hacia la obtención de certezas universales, nos guían hasta la biografía del artista y las experiencias personales que va acumulando.
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“La ausencia de vida es así antecedente y corolario de este proyecto: un dato que no puede soslayarse. Lo que vemos en las imágenes tiene el aspecto de un organismo preparado para el trato con el medio, pero lo que hemos logrado conservar de él –su cuerpo disecado, su representación- son apenas unos pocos rasgos detenidos, fijados. Ese reflejo que sobrevive parece asegurarle, paradójicamente, una duración infinita. Ahora que sus cualidades ya no determinan su destino, sólo subsisten como información. Se han convertido en lenguaje”, reflexiona J. M. Pereñíguez al respecto destacando el valor sígnico de estas unidades semánticas que figuran ser aves; unas entidades mínimas, con infinitas posibilidades sintácticas, que pueden ser combinadas de acuerdo a una tesis preestablecida.
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Sigue haciendo hincapié en el uso de la retícula como recurso formal y en la clasificación taxonómica como trasunto, ahondado con ello en el artificio del artista que conlleva su particular apropiación del método científico. Algunas de estas piezas, donde las imágenes se han colocado a modo de mosaico en hileras o bandas, parecen pequeños retablos religiosos que transmiten un aire contemplativo. El silencio que las envuelve, su claridad o su analogía iconográfica, nos recuerdan a los muchos altares que conocemos, una forma de arte muy característica de la península ibérica que además de transmitir una enseñanza didáctica, encierra claves concretas sobre la identidad del lugar donde se ubica o los feligreses que lo han encargado.
(Texto de Sema D’Acosta, 2011)
* Con la colaboración: CSIC/ Estación Biológica de Doñana
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